Nunca me habría imaginado cuánto podría enamorarme de esta profesión. Todo comenzó cuando me preparaba para mi primer parto y descubrí las clases de Preparación al Parto Psicoprofiláctico, también conocido como el “parto sin dolor”. Era un concepto completamente nuevo para mí, pero me ilusionaba mucho vivir esa experiencia de aprendizaje junto a mi esposo. Estaba decidida a tener un parto natural, ya que mis hermanas habían tenido cesáreas y yo deseaba experimentar el proceso fisiológico en toda su plenitud.
Rompí membrana en casa y nos fuimos al hospital, consientes de nuestro próximo paso. Experimentamos un parto relativamente corto, para 1990 en el hospital Pavía de Santurce, PR. Aún no existían los cuartos de parto, por lo cual estuve acostada todo mi proceso, pero con Luis a mi lado. Fue entonces cuando la magia de las respiraciones conscientes, los masajes y el continuo “coaching” de Luis me motivaba a no desesperarme y aplicar lo aprendido en las clases del método.
Solo me concentré en las variantes de respiración, soplos y conteo que mi acompañante no dejó de guiarme ni un solo minuto. Hasta que el cuerpo, en oleadas, descargó intensos movimientos musculares de expulsivo… y una hora más tarde, mi bebé nació. Todo lo pasado ahí quedó atrás, porque realmente no recordaba nada malo del proceso. Solo me interesaba tenerlo en mi pecho.
Mi formación en biología me había dejado claro que el ámbito de la salud me apasionaba. Así, tras un tiempo de estudios y prácticas, me uní en 1992 a un grupo de mujeres activas de la época en la escuela del Método de Psicoprofilaxis Obstétrica (PPO) en Puerto Rico, fundada por Liliane Paizy, Educadora Monitrice. A su llegada a la isla, inició un innovador concepto de parto psicoprofiláctico que adquirió en su preparación en el Instituto Lamaze en Francia.
“Ser Monitriz es mucho más que enseñar técnicas: es acompañar, sostener y empoderar.”
Me certifiqué como Monitriz —término derivado del francés monitrice, que significa instructora, entrenadora o guía— Perinatal bajo el Método de Psicoprofilaxis Obstétrico (PPO). Esta certificación representa un compromiso especializado en acompañamiento, apoyo y enseñanza experta a futuras madres, brindándoles herramientas físicas y emocionales para afrontar el embarazo y el parto de forma respetuosa y segura.
Ya han pasado más de 30 años y he acompañado infinidad de partos, incluyendo los tres de mis propios hijos. Pero, sobre todo, valoro profundamente la oportunidad de haber conocido a tantas personas maravillosas que depositaron su confianza en mí.
Como doula en Puerto Rico, he tenido el privilegio de ser testigo y sostén en historias únicas. He visto miradas que buscan seguridad, he sostenido manos temblorosas y he escuchado miedos. Pero, sobre todo, he presenciado nacimientos llenos de fuerza y ternura.
En nuestra isla, ser monitriz/doula también es honrar la diversidad y riqueza cultural puertorriqueña. En cada acompañamiento, llevo conmigo la memoria de nuestras abuelas, el legado del respeto por lo natural y la calidez de nuestra gente. He acompañado a familias de diversos trasfondos y he aprendido que cada nacimiento es único, bello y digno en su propia expresión.
“En cada nacimiento, también renacemos quienes acompañamos.”
A lo largo de estos años he compartido risas y lágrimas; he aprendido a escuchar sin juicio, a apoyar desde el silencio, a celebrar cada pequeño avance y —sobre todo— a ser testigo del poder transformador del nacimiento. No siempre ha sido fácil: la falta de información, los mitos y los retos del sistema a menudo hacen el proceso desafiante. Pero cada vez que una madre me dice: “Gracias por estar aquí, sentí que podía hacerlo”, todo cobra sentido.
Hoy, al mirar atrás, me siento profundamente agradecida. Ser “Monitriz” en Puerto Rico es mi manera de contribuir a un mundo donde el nacimiento sea honrado, respetado y vivido con amor. Mi historia, como la de tantas, sigue escribiéndose con cada nueva familia y cada llegada de una nueva vida.